nota: este articulo aparece publicado originalmente en el diario ELMUNDO de españa, en el año 2003, y hace parte del libro LA OTRA COLOMBIA, de su autora, la periodista SALUD HERNANDEZ-MORA publicado en el mes de abril del año 2008.
DIARIO EL MUNDO DE ESPAÑASECCIÓN TESTIGO DIRECTO
LA GUERRA PRIVADA DE “DOBLE CERO”
El comandante Rodrigo, jefe del Bloque Metro, es la voz disidente de Autodefensas Unidos de Colombia (AUC) / Unos 3.000 hombres libran su propia guerra en una de las regiones más 'calientes' de Colombia
SALUD HERNANDEZ-MORA
Como estratega, el comandante augura una guerra de tres meses hasta lograr el control absoluto de Irak, un paseo militar si lo compara con su propia situación. A él, dominar 42 municipios de Antioquia, departamento al oeste de Colombia, le llevó un par de años. Mantener ahora su dominio le está costando tantos desvelos como a las tropas aliadas en el país árabe, aunque cuenta con la ventaja, o eso cree, de tener el favor del pueblo.
El comandante Rodrigo, alias Doble Cero, jefe del Bloque Metro, es la voz disidente de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia).No ha querido entrar en el proceso de paz que ese grupo armado inició con el Gobierno.
Para él, los llamados paramilitares se han convertido en los lacayos de los capos mafiosos y la guerra que libran ya no es para acabar con la guerrilla, sino para acumular dinero protegiendo los cultivos y los laboratorios de coca de sus nuevos amos.
Por esa razón, él decidió romper con las AUC y pelear por su cuenta. En su territorio no permite plantar una sola mata de coca ni establecer un cristalizador (laboratorio para procesar cocaína). Para que cambie de opinión, los jefes mafiosos de su área le han llegado con varias ofertas suculentas. Al principio lo hicieron por las buenas y, ante su negativa, le andan buscando para matarlo.
«Han comprado algunos de nuestros bloques por varios millones de dólares y los utilizan como sus ejércitos privados», explica en la penumbra de un bar de uno de los caseríos en donde se siente seguro, aunque fuera vigilan sus escoltas, armados hasta los dientes. Viste, al igual que sus hombres, uniforme de camuflaje; habla tranquilo, sin prisas, intercalando bromas, explicando la breve historia de su escisión.
«En 1994 todos (Autodefensas) andábamos en el monte, combatiendo a la guerrilla. En el 98, llegaron unos hombres en Toyotas con aire acondicionado, con lujos, plata, viejas (mujeres), y lo corrompieron todo. Se olvidaron entonces de la guerrilla y comenzaron una guerra por la plata. Decidimos entonces separarnos».
El Bloque Metro opera en una de las regiones más calientes de Colombia. Combate tres frentes de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), a cuatro del ELN (Ejército de Liberación Nacional), a los narcos, a otros paramilitares que no aceptan la división.En ocasiones se enfrenta al Ejército, aunque suele rehuirlos porque no los considera enemigos.
También hacen lo que en este país llaman limpieza social, es decir, asesinan delincuentes y, a veces, bandas completas, y llevan a cabo crímenes selectivos de personas que ellos acusan de colaborar con los rebeldes.
«Me queda la tranquilidad de saber que hemos matado por ideas, no por plata», dice. «Sé que sobre nosotros penden muchas acusaciones.Habrá casos de masacres, no lo niego, pero las cosas más horribles no han sucedido en nuestra zona, sino en las que hay intereses».
Financia a su grupo armado, compuesto por unos 3.000 hombres, con los impuestos que cobra a comerciantes, transportadores, empresarios, ganaderos, etcétera, y a los buscadores de oro de las minas de un pueblo llamado Segovia.
Su nueva obsesión, además de inculcar ideales a su gente para evitar que les compren los narcos, es que el mundo conozca las conexiones entre el cartel del Norte del Valle, el único poderoso ahora en Colombia, los jefes de las AUC y algunos mandos policiales.Que el Gobierno sepa que negociar con Carlos Castaño y los otros comandantes paramilitares es hacerlo directamente con los capos, que no tienen ningún otro interés en el proceso de paz que levantar una cortina de humo mientras siguen eternamente en el negocio.
«Usted quiere hacerse pasar ahora por el bueno de los malos, el ángel justiciero, el único que tiene una causa justa para empuñar las armas», le comento tras seis horas de conversación.Se ríe, recoge su fusil y se despide. «El bueno de los malos», repite sonriendo, y deja la respuesta flotando en el aire.