El sueño para O "de eso tan bueno no dan tanto" N. del editor: SE LES DIJO, SE LES ADVIRTIÒ, SE LES RECOMENDÒ, PERO BUENO NO HICIERON CASO DEL PRÀCTICO CONSEJO, SE PASARON LA ADVERTENCIA POR LA FAJA Y .......USTED HA VISTO CUANDO ALGUIEN CONFIA EN UN ENEMIGO PARA QUE LE DEN CIERTOS BENEFICIOS..........PUES BUENO, QUEDARON IGUAL PERO SIN BENEFICIOS.
Por Carlos Alberto Giraldo M. El viernes 16 de mayo el abogado Hernando Benavides Morales reveló que su cliente, el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso, recluido en el pabellón de segregación total de la Prisión de Washington, se sentía "compungido y perplejo" por su extradición y encarcelamiento en Estados Unidos. Era de esperarse: Mancuso y sus socios se jugaron sus intereses políticos, económicos y de seguridad en el proceso de diálogo con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Cinco años atrás, una hora después de firmar el Acuerdo de Santa Fe de Ralito, a las 4:45 de la tarde del lunes 15 de julio de 2003, Mancuso se describió emocionado y pensó que el pacto suscrito junto a otros ocho jefes paramilitares con el comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, "era crucial" y clave en la historia del conflicto armado y en busca de la paz del país. A diferencia de otros integrantes de la cúpula de las Auc, Mancuso confiaba en poder explicar ante las autoridades de Estados Unidos los cargos por narcotráfico por los que era pedido en extradición. Él, en particular, aparecía en un indictment (acusación) de una corte de Washington, junto a Carlos Castaño (ya muerto) y Juan Carlos Sierra (también extraditado), sindicado del envío de por lo menos 3.600 kilos de cocaína entre el 19 de marzo de 1998 y el 12 de septiembre de 2000. En varias oportunidades, a través de asesores y emisarios, Mancuso adelantó contactos con agentes del Departamento de Estado de E.U., para conocer en detalle las posiciones de las diferentes agencias estadounidenses frente a su caso y al proceso de paz con las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc). Mancuso sabía que la visión del Departamento de Estado y de la CIA partía de valoraciones políticas: facilitar el desmonte del aparato paramilitar y apoyar la gestión de un gobierno aliado como el de Colombia. Pero entendía que los intereses del Departamento de Justicia y de la DEA eran otros: juzgar ante las cortes de E.U. a personas y organizaciones involucradas en el narcotráfico. El 4 de mayo de 2003, el argentino Juan Rubbini, asesor de Mancuso, le relataba tras entrevistarse con agentes del Departamento de Estado que la justicia de E.U. no dejaría de presionar en su objetivo de conseguir que Carlos Castaño y él se presentaran para responder por las sindicaciones de narcotráfico y establecer acuerdos de cooperación en busca de una eventual rebaja de penas. A Mancuso, reconocido entre los jefes paramilitares por sus gustos y sus ademanes refinados y excéntricos, le interesaba viajar. Su asesor Rubbini le advertía entonces que aquel deseo no podría cumplirse si antes no resolvía sus procesos en E.U. "Si parte de sus gustos tiene que ver con conocer el mundo el caso con la justicia de E.U. hay que resolverlo de alguna manera y seguramente tras un proceso de Paz exitoso será más accesible arribar a una solución que no implique desconocer la Justicia norteamericana", le advirtió entonces Rubbini a Mancuso. La realidad era que la DEA tenía un archivo repleto de pruebas y documentos sobre el envío de alijos de cocaína a Estados Unidos por los principales ex jefes paramilitares y sus socios en el ambiente de la mafia. Un ex jefe paramilitar que tuvo contactos con la DEA le relató a EL COLOMBIANO que esa agencia antidrogas de E.U. tenía "carpetas con fotos y acusaciones por narcotráfico" de los jefes de las Auc. Según la fuente, la DEA y el Departamento de Justicia advertían que nunca negociarían la aplicación de las leyes estadounidenses. "Negociarían la pena, pero esos individuos terminarían en su país. Entonces esto (la extradición de 14 jefes paras) no es sorpresa, más bien algo esperado, hasta que se cumplió". Además, el Departamento del Tesoro y el Departamento de Estado también "estaban bien informados y con investigaciones que los incriminaban". Vicente y su gente La sombra del narcotráfico sobre las Auc creció tremendamente entre 1995 y 2000 con la presencia de un hombre: Vicente Castaño. Él personificaba el enlace permanente entre paramilitares y carteles mafiosos del país. El abatido jefe del bloque Metro de los paras, Carlos Mauricio García, alias Rodrigo Doblecero, a quien el mismo Vicente Castaño llamó "el estratega militar de las Auc", describió así, en una correspondencia, a Castaño: "El hombre (Vicente) siempre ha sido narco. Con Fidel tuvo problemas porque lo abrió cuando no quiso dejar de 'traquetiar'. Tuvo una caída grande en Alemania en 1989. Se le cayó un barco de su propiedad cargado de coca. Los contactos para recibirle la droga eran los conocidos esposos Mauss (...) Esa vez en Alemania casi lo cogen". El estrecho vínculo de Vicente Castaño con los narcos también desató conflictos con su hermano Carlos. "Cuando Fidel se murió -relató Doblecero-, Vicente reapareció y tomó el mando junto con Carlos. En 1998 descubrió el agua tibia y se puso a reclutar narcos para venderles los bloques y los frentes de las Auc. Eso, junto con sus actitudes de capo, le generó muchos conflictos con Carlos". La conocida "venta" de las Auc desató una disputa de poder irreversible entre los Castaño y la orden de ejecución de Carlos, en abril de 2004, cuando él, además, había agregado al malestar y desconfianza de los demás jefes paras su interés de negociar con la justicia de E.U. Según Doblecero -lugarteniente de los Castaño desde que surgió esa generación paramilitar en 1988-, "Carlos nunca pensó en enfrentarse a su hermano. Vicente le cogió la delantera en la lucha por el poder y se amangualó con Berna, Macaco, Cuco, los del Norte del Valle, Los Mellizos. Carlos pensó que podría manejar a esa gente". Su asesinato demostró lo contrario. Los Frailes A mediados de septiembre de 2002, Vicente Castaño llegó en un helicóptero de una empresa privada que aterrizó en la cancha de fútbol del corregimiento Cristales de San Roque, nordeste de Antioquia. Él acostumbraba viajar allí a visitar a Rodrigo Doblecero, estar un par de días y luego irse. Caminaba por la región, visitaba los charcos y se bañaba en la quebrada del lugar. "Se tomaba unos tragos y atendía visitas de personalidades", recuerda un testigo. En esa ocasión Vicente Castaño viajó a la finca Frailes acompañado por Salvatore Mancuso, Diego Vecino, Hernán Hernández (HH) y por Miguel Arroyave (ya muerto). Aparecieron en seis camionetas. Iban a convencer a Doblecero de que se sumara a la fase exploratoria de lo que luego sería la mesa de diálogo con el Gobierno en Santa Fe de Ralito, desde agosto de 2003. En aquella reunión, al igual que lo hacían en las de los jefes de las Auc con el Gobierno, Castaño y Mancuso lideraron las intervenciones. Sostuvieron que se trataba del momento para conseguir "una salida digna como actores del conflicto armado". Agregaron que manejaban zonas estratégicas que, después de desmontadas las Auc, serían ocupadas por la fuerza pública y serían determinantes en la política de seguridad democrática. Según ambos, desactivarían su ejército, romperían las cadenas de producción de narcóticos de las que tuviesen conocimiento y entregarían bienes adquiridos con dinero del narcotráfico. Eso, calculaban, sería visto como un aporte a la paz. En consecuencia, a la cúpula paramilitar la juzgaría la justicia colombiana y pagaría penas livianas en casas campestres. El "pragmatismo de los gringos" hizo suponer a Castaño y a Mancuso que primaría más el interés de neutralizar el narcotráfico que el de encarcelarlos en E.U. "Los comandantes de las Auc no se veían en cárceles, vestidos de anaranjado, con grilletes en manos y pies, ante jueces en las cortes de E.U. Para entonces se veían intocables e incluso 'manipuladores' de la justicia de otro país", dice una fuente que participó en aquella reunión. La camaradería de la reunión se rompió cuando intervino alias Doblecero: con su acidez acostumbrada les dijo a los presentes que la extradición era el cuello de botella y que el gobierno de E.U. tenía particular interés en Diego Murillo (Don Berna), Ramiro Vanoy (Cuco) y Carlos Mario Jiménez (Macaco). En el mismo sentido, Rubbini le advertiría en su informe a Mancuso, diez meses después, que "el caso Berna y el caso de algunos de los previsibles negociadores del BCB (Bloque Central Bolívar)" haría muy complejo que el Departamento de Estado interpusiera sus "buenos oficios" para levantar las órdenes de extradición. "Será muy difícil (...) ir en contravía de realidades y presunciones originadas en la DEA y en la justicia americana sobre cuya fuerza el Departamento de Estado tiene pocos argumentos con los que contrarrestar". Con crudeza Doblecero descalificó las bondades que le atribuyó Mancuso a la negociación con el Gobierno: "de eso tan bueno no dan tanto. La extradición acabará con el proceso o ustedes terminarán, después de su entrega, en una celda en E.U., atados de manos y pies como marranos". Los vuelos de la DEA La reclusión de la cúpula de las Auc en la Cárcel de Itagüí, el 1 de diciembre de 2006, fue una muestra de cuánto se podían complicar las cosas, observa una persona que participó en casi todas las reuniones de Ralito. "El problema de la cúpula de las Auc era la extradición -analiza otro asistente a Ralito-, el resto eran cuentos, adornos. Se demostró que encarcelados en el país siguieron delinquiendo y manejando sus negocios. Ahora, en E.U., llegó su peor castigo: la incomunicación, que les abre un roto a la pérdida de su poder y al riesgo de que jamás regresen". El caso de Castaño resulta hoy más ejemplar que nunca: cuando él vio a las Auc devoradas por los narcos trató de reversar pero no había retorno posible. "Entonces, empleó una frase -recuerda la fuente- que resumió la última década paramilitar: a esta organización le faltan comandantes y le sobran capos". Mientras duró la mesa de Ralito, la misma que los paramilitares quisieron alargar pidiendo garantías jurídicas, E.U. aprovechó para alentar operaciones de cooperación. Pero al tiempo avanzaba en buscar la extradición de los paras. Y su aliado, el presidente Álvaro Uribe, lidiaba con un proceso que era definitivo para la credibilidad del establecimiento y que no podía fracasar desde ningún punto de vista. Pero como lo advierte un ex asesor de las Auc: ellos -los jefes paramilitares- olvidaron que E.U. no tiene amigos. "Tal vez lo saquen a uno, temporalmente o un poquito, de la lista de enemigos, pero en cualquier momento todo se devuelve". El problema es que generalmente esas "devoluciones" se hacen en aviones de la DEA. | |||||||