El mayor falso positivo de la Historia de colombia.
N del E. el teniente del Ejercito Nacional, Jairo Velandia Eespitia, bajo engaños y aprovechandose de la confianza que le tenían los miembros del Bloque Metro, coordinó una operación militar para asesinarlos y en el mayor "falso positivo" de la historia de Colombia, los dió de baja, a mansalva y sobreseguro. Buscaba hacer meritos para ser trasladado en misión oficial al exterior. El general Martin Orlando Carreño S. con varios oficiales facilitó y encubrió este crímen ,perpetrado "Casualmente", al momento de la posesión del Presidente Uribe, se cometió este hecho que marcó el fin del paramilitarismo del bloque metro.
Hoy la pregunta es: ¿donde está? ¿que está haciendo? Los falsos positivos tambien son crimenes de estado.
CONFUSA OPERACIÓN TORMENTA EN SEGOVIA
La Justicia Penal Militar tiene en sus manos quizás el expediente más candente de las últimas dos décadas. Una investigación que, en caso de que se comprueben versiones de varios implicados que sobrevivieron a una operación militar, sería el episodio más contundente conocido hasta hoy sobre nexos entre oficiales y suboficiales y paramilitares en zonas de extremo conflicto.
El pasado 9 de agosto, en rueda de prensa, el general Martín Orlando Carreño, comandante de la Segunda División, dijo que sus tropas combatieron con un escuadrón del Bloque Metro de las autodefensas.
Carreño añadió que en la operación, denominada Tormenta , 20 de los agresores habían muerto y que la patrulla del Batallón del Plan Energético y Vial, en Segovia, nordeste antioqueño, había capturado a 10.
Dos de los paras capturados, según Carreño, fallecieron mientras eran atendidos en hospitales de Yolombó y Segovia. También, que se incautaron 29 fusiles AK-47, un fusil G-3, 67 proveedores, 11 granadas de 40 milímetros, cuatro granadas de fusil, diez granadas de mano, 5.000 cartuchos y un camión Ford 600.
Una semana después, la Fiscalía dictó medida de aseguramiento contra 8 detenidos y los acusó de concierto para delinquir y explicó: el enfrentamiento se registró cuando los supuestos miembros de las autodefensas ilegales se movilizaban en un camión de placas TMJ-855 y desatendieron una orden de pare, impartida por una patrulla militar .
Sin embargo, hace una semana The Washington Post, influyente diario de Estados Unidos, atribuyó la operación a una trampa tendida con el único fin de mostrar ante el Congreso y el Gobierno de ese país que las Fuerzas Militares colombianas están en capacidad de dar resultados contundentes contra las tropas ilegales de Carlos Castaño, jefe para .
De hecho, añade el Post, con base en esa operación, el Congreso abrió paso a más ayuda estadounidense en la lucha contra el narcotráfico y la violencia en Colombia.
La operación en Segovia se dio dos días después de la posesión de Alvaro Uribe como nuevo presidente de Colombia. En Washington, donde existía preocupación por la voluntad de Uribe en la lucha contra el paramilitarismo, la operación Tormenta parecía disipar estas preocupaciones .
Hoy, mientras la Fiscalía procesa a los paras detenidos, la justicia Penal Militar intenta establecer si las versiones sobre los vínculos de militares con paras son una celada contra el Ejército o una trampa en la que cayeron los miembros de las autodefensas, atraídos por los vínculos que-dicen- mantenían con el subteniente Jairo Velandia Espitia, comandante de la patrulla del Batallón del Plan Energético y Vial número 8, en Segovia.
El hermetismo militar es absoluto sobre el caso. Por el contrario, varios de quienes sostienen haber salido heridos de la operación, dan su propia versión.
EL TIEMPO viajó a la zona y habló con uno de ellos.
Cita con el teniente.
Distinguí al subteniente Jairo Velandia a principios de julio, no me acuerdo de la fecha. El teniente estaba en la calle Real de Segovia y se me acercó. Uniformado y escoltado por varios hombres de una patrulla del Ejército, ordenó que me requisaran. Me encontraron una pistola nueve milímetros. El propio teniente me la quitó y me pidió que le dijera quién era yo, que si pertenecía a las autodefensas no había problema, porque él tenía amistad con el señor Botalón y un señor Juancho , en Puerto Berrío y Puerto Boyacá.
No tuve más salida que confesarle que sí era de las autodefensas. Para mi sorpresa se mostró muy amable y conversador. Al rato, me dio un número de teléfono, el 8316532, de la base del Alto de Los Patios, en Segovia. Me dijo que lo llamara, que quería hablar conmigo sin testigos, para cuadrar una forma de trabajo y que allá me entregaba la pistola. Eso fue delante de un cabo Perdomo.
Al día siguiente llamé al subteniente, él comandaba una patrulla del Batallón número 8 del Plan Especial Vial y Energético. Me dijo que fuera a la base. Llegué de civil y hablé con él. Repitió que quería trabajar con las autodefensas, y propuso un plan, pero de una manera reservada, porque había que tener en cuenta los problemas que tenían ellos. Ahí fue dónde le dije que eso había que mirarlo, porque en las autodefensas los estatutos prohíben trabajar con el Ejército y quedé en llamarlo al otro día.
Le comenté de la cita al jefe militar del grupo, el comandante Pantera , uno de los que murió en Segovia, y estuvo de acuerdo en que habláramos con el subteniente. Subimos a la base tipo 2 de la tarde. Velandia nos dijo que con él pai las que fuera, que compartía nuestras ideas. Eso sí, no podíamos dejarle muertos cerquita de la base.
Ese día cuadramos con el hombre cómo trabajaríamos de ahí en adelante y le entregamos un radio de comunicaciones Yaesu, de nosotros, para que se mantuviera en contacto. El nos iba a dar información de movimientos de las tropas del Ejército y de la gente que pasa por el retén del Alto de Los Patios. Y así fue. Nos daba información y nos citaba en la base.
El 4 o 5 de agosto nos dio una información sobre un comandante Vicente , del Eln, que era el encargado de chantajear y estafar a la gente en la vereda Cañaveral. A Vicente lo capturó el Ejército con otros tres guerrilleros y después de tres o cuatro días detenido, lo iban a soltar por vencimiento de términos. Saldría de la cárcel de Segovia.
Le montamos la persecución al hombre para ver si la información de Velandia era cierta. Confirmamos la salida del man y lo esperamos en la puerta de la cárcel. Vicente apareció. Nos le acercamos, nos identificamos como de las autodefensas y que necesitábamos hablar con él. Lo llevamos para nuestra base, en Campo Alegre, en la que llevábamos siete meses.
Decidimos matarlo.
En la base, el hombre reconoció que era Vicente , y como sabíamos de su prontuario, decidimos matarlo. Para hacerlo, coordinamos con Velandia para que nos quitara el retén del Alto de Los Patios y llevarlo hasta un lugar que se llama El Aporriai o. El nos quitó el retén, fuimos y matamos al señor. Cuando regresamos, el teniente estaba a la orilla de la carretera y le dimos el parte.
Al día siguiente, como a las 3 o 4 de la mañana, el teniente llamó por radio y dijo que en el barrio 20 de Julio había gente forastera con unas pipetas, que al parecer las iban a tirar a la Policía o a una patrulla del Ejército. Que él no podía hacer allanamientos sin orden y que lo hiciéramos nosotros. Allanamos el sitio como a las 5 de la mañana. Recuperamos un revólver Llama y uno 38. No había cilindros. A un man que había ahí del Eln, que se llamaba Víctor , lo matamos.
Comenzamos a cogerle confianza al subteniente y le revelamos donde estaba nuestro campamento. Pusimos al tanto de esta situación a nuestros superiores.
El 9 de agosto, el día de los hechos, Velandia nos llamó por el radio a las 2 de la tarde y nos dijo que tenía una información de que en el Alto del Bagre había guerrilla y que posiblemente preparaba un ataque. Nos citó a una reunión en la base y fuimos Pantera , el comandante Risas , otro de los que murió, y yo. La reunión fue a las 3 de la tarde y acordamos con Velandia que había que salirle a la guerrilla.
Velandia planteó que hiciéramos una operación conjunta. Quedamos en que para hacer ese movimiento nosotros, como fuerza ilegal, teníamos que movilizarnos en un camión carpado, para atravesar el centro de Segovia. Saldríamos de Campo Alegre, donde estaba la base, hacia el puente del Aporriai o. El teniente insistió en que fuera un camión carpado, pues no le convenía que se dieran cuenta de que íbamos a pasar por el retén, el cual permanece 24 horas, y da paso entre Segovia y la vereda Cañaveral.
Acordamos llevar unos 40 hombres y Velandia 30, porque tenía que dejar custodia en la base para que sus superiores creyeran que él estaba ahí. El operaba con nosotros sin que el comandante del batallón, un coronel, estuviese enterado. Estuvimos de acuerdo en que llegábamos hasta el puente del Aporriai o y seguíamos a pie hasta Juan Brand y nos reuniríamos para llegar al Alto del Muerto. También quedamos en que cuando pasáramos por el retén, iba una moto adelante, hacía cambio de luces dos veces y pitaba dos veces, para que el Velandia supiera que éramos nosotros.
Regresamos al campamento. Se dio la orden a los muchachos de alistarse para una operación y salimos como a las 7 y media de la noche en un camión maderero, de trompa roja y carrocería negra. Eramos 36. El conductor iba solo adelante. Llevábamos 26 ametralladoras AK-47, un fusil G-3, varios Galil y un lanzagranadas M-60.
Por el centro de Segovia.
Faltando cinco minutos para las ocho de la noche pasamos por el centro de Segovia, por la calle Real. Llegamos al sitio donde estaba el retén y efectivamente lo habían levantado. El muchacho que iba en la moto, adelante, hizo las señales con las luces y el pito, y se devolvió para el campamento, pues esa era la orden. Salimos del pueblo. La oscuridad era espesa. Adentro del camión hacía un calor infernal, todos estábamos unos contra los otros, estrechos, casi no nos podíamos mover y teníamos los fusiles entre las piernas.
Cuatrocientos metros después del retén, como a las ocho y cuarto, el carro se detuvo de repente. Pensamos que habíamos llegado. La orden era que nadie hablara. Sentimos que llegaba gente y nos empezaron a gritar que estábamos rodeados, que no fuéramos a disparar. De pronto, se abrió la carpa atrás y los compañeros a estirarse y a bajar del camión. El teniente Velandia estaba con muchos soldados, que rodeaban el camión.
Nos quitaron el fusil y nos hicieron tender boca abajo uno por uno. Yo era como el 15. Me tendí y de vez en cuando, en medio de la oscuridad miraba hacia el camión. No teníamos miedo. Pensábamos que nos iban a capturar y llevar a la cárcel, pero cuando faltaban por bajar 5 o 6 compañeros, comenzaron a dispararnos y a lanzarnos granadas desde un barranco al lado de la carretera.
La mayoría de los muchachos quedaron ahí tendidos. A mí me pegaron un tiro en el muslo derecho y otro en la espalda. Una granada me cayó cerca y las esquirlas me fracturaron parte del hueso de la pierna izquierda. En medio de la confusión me arrastré hacia un barranco y me arrojé. Rodé hasta el fondo en una oscuridad total. No sé cuánto tiempo pasó, media hora, una hora, en todo caso me arrastré hasta un camino, cerca de unas minas que se llaman Cogote. Escuché a unas personas que pasaban y les pedí auxilio. Eran mineros, les dije que me llevaran a la casa de mi mamá. Logré salvarme.
El muchacho que iba en la moto y que tenía que hacer la señal en el retén llegó a mi casa y me contó que se había devuelto apenas escuchó la plomacera. Dijo que los soldados le aconsejaron devolverse porque el teniente lo estaba buscando para matarlo. Le dijeron: -Hermano, usted a qué se devolvió si el teniente se les torció. Está todo puto y que él tenía que buscar el ascenso con ustedes o la ida al Sinaí, tan siquiera-. Me contó que casi todos estaban muertos, pelai os entre los 18 y 25 años... .
En los días siguientes nos contaron que la orden que les dio el teniente a los soldados era que el que no disparara le ponía una sanción. Hoy en día, todavía no sabemos qué le pasó al teniente, ni dónde está .
Publicación eltiempo.com
Sección Información general
Fecha de publicación 6 de octubre de 2002