El mayor falso positivo de la Historia de colombia.
N del E. el teniente del Ejercito Nacional, Jairo Velandia Eespitia, bajo engaños y aprovechandose de la confianza que le tenían los miembros del Bloque Metro, coordinó una operación militar para asesinarlos y en el mayor "falso positivo" de la historia de Colombia, los dió de baja, a mansalva y sobreseguro. Buscaba hacer meritos para ser trasladado en misión oficial al exterior. El general Martin Orlando Carreño S. con varios oficiales facilitó y encubrió este crímen ,perpetrado "Casualmente", al momento de la posesión del Presidente Uribe, se cometió este hecho que marcó el fin del paramilitarismo del bloque metro.
Hoy la pregunta es: ¿donde está? ¿que está haciendo? Los falsos positivos tambien son crimenes de estado.
CONFUSA OPERACIÓN TORMENTA EN SEGOVIA
La Justicia Penal Militar tiene en sus manos quizás el expediente más candente de las últimas dos décadas. Una investigación que, en caso de que se comprueben versiones de varios implicados que sobrevivieron a una operación militar, sería el episodio más contundente conocido hasta hoy sobre nexos entre oficiales y suboficiales y paramilitares en zonas de extremo conflicto.
El pasado 9 de agosto, en rueda de prensa, el general Martín Orlando Carreño, comandante de la Segunda División, dijo que sus tropas combatieron con un escuadrón del Bloque Metro de las autodefensas.
Carreño añadió que en la operación, denominada Tormenta , 20 de los agresores habían muerto y que la patrulla del Batallón del Plan Energético y Vial, en Segovia, nordeste antioqueño, había capturado a 10.
Dos de los paras capturados, según Carreño, fallecieron mientras eran atendidos en hospitales de Yolombó y Segovia. También, que se incautaron 29 fusiles AK-47, un fusil G-3, 67 proveedores, 11 granadas de 40 milímetros, cuatro granadas de fusil, diez granadas de mano, 5.000 cartuchos y un camión Ford 600.
Una semana después, la Fiscalía dictó medida de aseguramiento contra 8 detenidos y los acusó de concierto para delinquir y explicó: el enfrentamiento se registró cuando los supuestos miembros de las autodefensas ilegales se movilizaban en un camión de placas TMJ-855 y desatendieron una orden de pare, impartida por una patrulla militar .
Sin embargo, hace una semana The Washington Post, influyente diario de Estados Unidos, atribuyó la operación a una trampa tendida con el único fin de mostrar ante el Congreso y el Gobierno de ese país que las Fuerzas Militares colombianas están en capacidad de dar resultados contundentes contra las tropas ilegales de Carlos Castaño, jefe para .
De hecho, añade el Post, con base en esa operación, el Congreso abrió paso a más ayuda estadounidense en la lucha contra el narcotráfico y la violencia en Colombia.
La operación en Segovia se dio dos días después de la posesión de Alvaro Uribe como nuevo presidente de Colombia. En Washington, donde existía preocupación por la voluntad de Uribe en la lucha contra el paramilitarismo, la operación Tormenta parecía disipar estas preocupaciones .
Hoy, mientras la Fiscalía procesa a los paras detenidos, la justicia Penal Militar intenta establecer si las versiones sobre los vínculos de militares con paras son una celada contra el Ejército o una trampa en la que cayeron los miembros de las autodefensas, atraídos por los vínculos que-dicen- mantenían con el subteniente Jairo Velandia Espitia, comandante de la patrulla del Batallón del Plan Energético y Vial número 8, en Segovia.
El hermetismo militar es absoluto sobre el caso. Por el contrario, varios de quienes sostienen haber salido heridos de la operación, dan su propia versión.
EL TIEMPO viajó a la zona y habló con uno de ellos.
Cita con el teniente.
Distinguí al subteniente Jairo Velandia a principios de julio, no me acuerdo de la fecha. El teniente estaba en la calle Real de Segovia y se me acercó. Uniformado y escoltado por varios hombres de una patrulla del Ejército, ordenó que me requisaran. Me encontraron una pistola nueve milímetros. El propio teniente me la quitó y me pidió que le dijera quién era yo, que si pertenecía a las autodefensas no había problema, porque él tenía amistad con el señor Botalón y un señor Juancho , en Puerto Berrío y Puerto Boyacá.
No tuve más salida que confesarle que sí era de las autodefensas. Para mi sorpresa se mostró muy amable y conversador. Al rato, me dio un número de teléfono, el 8316532, de la base del Alto de Los Patios, en Segovia. Me dijo que lo llamara, que quería hablar conmigo sin testigos, para cuadrar una forma de trabajo y que allá me entregaba la pistola. Eso fue delante de un cabo Perdomo.
Al día siguiente llamé al subteniente, él comandaba una patrulla del Batallón número 8 del Plan Especial Vial y Energético. Me dijo que fuera a la base. Llegué de civil y hablé con él. Repitió que quería trabajar con las autodefensas, y propuso un plan, pero de una manera reservada, porque había que tener en cuenta los problemas que tenían ellos. Ahí fue dónde le dije que eso había que mirarlo, porque en las autodefensas los estatutos prohíben trabajar con el Ejército y quedé en llamarlo al otro día.
Le comenté de la cita al jefe militar del grupo, el comandante Pantera , uno de los que murió en Segovia, y estuvo de acuerdo en que habláramos con el subteniente. Subimos a la base tipo 2 de la tarde. Velandia nos dijo que con él pai las que fuera, que compartía nuestras ideas. Eso sí, no podíamos dejarle muertos cerquita de la base.
Ese día cuadramos con el hombre cómo trabajaríamos de ahí en adelante y le entregamos un radio de comunicaciones Yaesu, de nosotros, para que se mantuviera en contacto. El nos iba a dar información de movimientos de las tropas del Ejército y de la gente que pasa por el retén del Alto de Los Patios. Y así fue. Nos daba información y nos citaba en la base.
El 4 o 5 de agosto nos dio una información sobre un comandante Vicente , del Eln, que era el encargado de chantajear y estafar a la gente en la vereda Cañaveral. A Vicente lo capturó el Ejército con otros tres guerrilleros y después de tres o cuatro días detenido, lo iban a soltar por vencimiento de términos. Saldría de la cárcel de Segovia.
Le montamos la persecución al hombre para ver si la información de Velandia era cierta. Confirmamos la salida del man y lo esperamos en la puerta de la cárcel. Vicente apareció. Nos le acercamos, nos identificamos como de las autodefensas y que necesitábamos hablar con él. Lo llevamos para nuestra base, en Campo Alegre, en la que llevábamos siete meses.
Decidimos matarlo.
En la base, el hombre reconoció que era Vicente , y como sabíamos de su prontuario, decidimos matarlo. Para hacerlo, coordinamos con Velandia para que nos quitara el retén del Alto de Los Patios y llevarlo hasta un lugar que se llama El Aporriai o. El nos quitó el retén, fuimos y matamos al señor. Cuando regresamos, el teniente estaba a la orilla de la carretera y le dimos el parte.
Al día siguiente, como a las 3 o 4 de la mañana, el teniente llamó por radio y dijo que en el barrio 20 de Julio había gente forastera con unas pipetas, que al parecer las iban a tirar a la Policía o a una patrulla del Ejército. Que él no podía hacer allanamientos sin orden y que lo hiciéramos nosotros. Allanamos el sitio como a las 5 de la mañana. Recuperamos un revólver Llama y uno 38. No había cilindros. A un man que había ahí del Eln, que se llamaba Víctor , lo matamos.
Comenzamos a cogerle confianza al subteniente y le revelamos donde estaba nuestro campamento. Pusimos al tanto de esta situación a nuestros superiores.
El 9 de agosto, el día de los hechos, Velandia nos llamó por el radio a las 2 de la tarde y nos dijo que tenía una información de que en el Alto del Bagre había guerrilla y que posiblemente preparaba un ataque. Nos citó a una reunión en la base y fuimos Pantera , el comandante Risas , otro de los que murió, y yo. La reunión fue a las 3 de la tarde y acordamos con Velandia que había que salirle a la guerrilla.
Velandia planteó que hiciéramos una operación conjunta. Quedamos en que para hacer ese movimiento nosotros, como fuerza ilegal, teníamos que movilizarnos en un camión carpado, para atravesar el centro de Segovia. Saldríamos de Campo Alegre, donde estaba la base, hacia el puente del Aporriai o. El teniente insistió en que fuera un camión carpado, pues no le convenía que se dieran cuenta de que íbamos a pasar por el retén, el cual permanece 24 horas, y da paso entre Segovia y la vereda Cañaveral.
Acordamos llevar unos 40 hombres y Velandia 30, porque tenía que dejar custodia en la base para que sus superiores creyeran que él estaba ahí. El operaba con nosotros sin que el comandante del batallón, un coronel, estuviese enterado. Estuvimos de acuerdo en que llegábamos hasta el puente del Aporriai o y seguíamos a pie hasta Juan Brand y nos reuniríamos para llegar al Alto del Muerto. También quedamos en que cuando pasáramos por el retén, iba una moto adelante, hacía cambio de luces dos veces y pitaba dos veces, para que el Velandia supiera que éramos nosotros.
Regresamos al campamento. Se dio la orden a los muchachos de alistarse para una operación y salimos como a las 7 y media de la noche en un camión maderero, de trompa roja y carrocería negra. Eramos 36. El conductor iba solo adelante. Llevábamos 26 ametralladoras AK-47, un fusil G-3, varios Galil y un lanzagranadas M-60.
Por el centro de Segovia.
Faltando cinco minutos para las ocho de la noche pasamos por el centro de Segovia, por la calle Real. Llegamos al sitio donde estaba el retén y efectivamente lo habían levantado. El muchacho que iba en la moto, adelante, hizo las señales con las luces y el pito, y se devolvió para el campamento, pues esa era la orden. Salimos del pueblo. La oscuridad era espesa. Adentro del camión hacía un calor infernal, todos estábamos unos contra los otros, estrechos, casi no nos podíamos mover y teníamos los fusiles entre las piernas.
Cuatrocientos metros después del retén, como a las ocho y cuarto, el carro se detuvo de repente. Pensamos que habíamos llegado. La orden era que nadie hablara. Sentimos que llegaba gente y nos empezaron a gritar que estábamos rodeados, que no fuéramos a disparar. De pronto, se abrió la carpa atrás y los compañeros a estirarse y a bajar del camión. El teniente Velandia estaba con muchos soldados, que rodeaban el camión.
Nos quitaron el fusil y nos hicieron tender boca abajo uno por uno. Yo era como el 15. Me tendí y de vez en cuando, en medio de la oscuridad miraba hacia el camión. No teníamos miedo. Pensábamos que nos iban a capturar y llevar a la cárcel, pero cuando faltaban por bajar 5 o 6 compañeros, comenzaron a dispararnos y a lanzarnos granadas desde un barranco al lado de la carretera.
La mayoría de los muchachos quedaron ahí tendidos. A mí me pegaron un tiro en el muslo derecho y otro en la espalda. Una granada me cayó cerca y las esquirlas me fracturaron parte del hueso de la pierna izquierda. En medio de la confusión me arrastré hacia un barranco y me arrojé. Rodé hasta el fondo en una oscuridad total. No sé cuánto tiempo pasó, media hora, una hora, en todo caso me arrastré hasta un camino, cerca de unas minas que se llaman Cogote. Escuché a unas personas que pasaban y les pedí auxilio. Eran mineros, les dije que me llevaran a la casa de mi mamá. Logré salvarme.
El muchacho que iba en la moto y que tenía que hacer la señal en el retén llegó a mi casa y me contó que se había devuelto apenas escuchó la plomacera. Dijo que los soldados le aconsejaron devolverse porque el teniente lo estaba buscando para matarlo. Le dijeron: -Hermano, usted a qué se devolvió si el teniente se les torció. Está todo puto y que él tenía que buscar el ascenso con ustedes o la ida al Sinaí, tan siquiera-. Me contó que casi todos estaban muertos, pelai os entre los 18 y 25 años... .
En los días siguientes nos contaron que la orden que les dio el teniente a los soldados era que el que no disparara le ponía una sanción. Hoy en día, todavía no sabemos qué le pasó al teniente, ni dónde está .
Publicación eltiempo.com
Sección Información general
Fecha de publicación 6 de octubre de 2002
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Esto aparece en una pagina llamada bloquemetro.tripod.com y es tomado a su vez de la revista semana.
Los interrogantes
Ocho paramilitares sobrevivientes afirman que el Ejército les tendió una trampa y acribilló a sus compañeros a sangre fría. ¿Fue una acción militar o una traición a viejos amigos?
El entierro de los paramilitares se convirtió en un sentido acontecimiento en Segovia, Antioquia. Los féretros fueron llevados por las principales calles del municipio antecedidos por una banda de guerra escolar
La mayor victoria en la historia del Ejército contra los paramilitares se ha convertido en una verdadera pesadilla para el gobierno. El pasado 10 de agosto el general Martín Orlando Carreño, comandante de la Segunda División del Ejército, apareció en los medios presentando el balance de la Operación Tormenta. Dijo que como resultado de varios meses de ardua labor de inteligencia sus tropas habían dado de baja en combate a 18 miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y herido a otros 19 en Segovia (Antioquia).
No acababa de dar este parte de victoria cuando en la página de las AUC aparecía una versión muy diferente. "Veinticuatro de nuestros jóvenes combatientes fueron desarmados y asesinados fuera de combate, en estado de indefensión por parte de una patrulla del Batallón Plan Vial y Energético #8 del Ejército Nacional al mando del subteniente Jairo Velandia Espitia", decía el comunicado del Bloque Metro.
El incidente hubiera pasado inadvertido si The Washington Post no hubiera retomado esta historia un mes después. El 18 de septiembre este influyente diario divulgó la versión de los paramilitares y destacó la coincidencia de este hecho con la revisión anual de derechos humanos que realizaba por esos días el gobierno de Estados Unidos a las Fuerzas Militares. Este artículo fue reproducido por la prensa nacional y complementado por El Tiempo con un escalofriante testimonio de uno de los paramilitares que supuestamente habían entablado la relación con el subteniente.
El gobierno, que había mantenido silencio durante ese mes, le salió al paso a los polémicos artículos de prensa. El vicepresidente, Francisco Santos, y la Ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, respaldaron la versión de que los paramilitares habían sido muertos en combate pero anunciaron que adelantaban investigaciones internas. Ante las versiones encontradas y la gravedad de las acusaciones SEMANA viajó a la zona y trató de establecer qué fue lo que realmente ocurrió.
Lo que se sabe
A las 8:10 de una noche oscura del viernes 9 de agosto un camión carpado que transportaba a 36 paramilitares salió de la cabecera municipal de Segovia hacia la vereda Cañaveral. Al llegar al sitio conocido como el Alto de los Patios, a cinco minutos del pueblo, fue detenido por un grupo de soldados del Batallón Energético y Vial #8, a cargo del subteniente Jairo Velandia. Segundos después comenzó una balacera.
Según el primer informe que rindió dos días después a su superior el subteniente Velandia, "la orden emitida a la contraguerrilla para iniciar el fuego era atacar al sonido del primer disparo. Fue así como se abrió fuego contra el vehículo donde se obtuvieron los resultados", dice en una carta escrita de su puño y letra. En este mismo informe Velandia afirma que él había planeado 15 ó 20 minutos antes la emboscada de ese camión que sabía transportaba paramilitares con base en información suministrada por unos mineros. Cuatro días después, en la declaración que rindió ante la Fiscalía General, agregó: "Tomé la decisión de esperar que el vehículo se acercara un poco más y lanzar la proclama 'alto, somos tropas del Ejército, detengan el vehículo'. Estas personas hicieron caso omiso a mi orden y fui recibido por fuego por parte de las personas que se encontraban dentro del camión. De igual manera, mi contraguerrilla Francia 2 procedió a abrir fuego contra el personal que se encontraba en el camión y que estaba desembarcando y disparando hacia la tropa".
La versión de los paramilitares sobrevivientes, hoy capturados en la Cárcel de Bellavista, en Medellín, es diferente. Los ocho coinciden en que venían "de recocha" en el camión, que de un momento a otro se detuvo. Ninguno de los sobrevivientes oyó una orden de pare. Tampoco pudieron ver quién detuvo el camión pues éste estaba totalmente carpado. SEMANA comprobó que, en efecto, la carpa está llena de agujeros por todas partes, incluso atrás. Lo único que recuerdan estos hombres es que recibieron ráfagas de metralleta por el lado derecho y por el frente del camión. Los 15 que estaban cerca de la puerta lograron bajarse pero siete de ellos murieron acribillados en la carretera. Los otros ocho, heridos, lograron escapar porque se lanzaron hacia una cuneta, de donde fueron recogidos una hora más tarde por vecinos o soldados -no es claro- y llevados al hospital. De la inspección de las autoridades judiciales se deduce que el resto del grupo murió dentro del camión.
A las 8:30 de la mañana siguiente, cuando llegaron las autoridades a realizar el levantamiento, encontraron la mayoría de los cadáveres uno encima del otro en la carretera. "Como cuando uno vacía una volqueta de escombros", afirmó uno de los testigos. A dos metros del camión, desperdigados, encontraron los cuerpos de los primeros siete que alcanzaron a bajarse del vehículo.
Del camión chorreaba sangre y había pedazos de huesos de cráneo.
Según las actas de las autoridades que acudieron al levantamiento en la carretera, en cambio, había muy poca sangre. Por eso deducen que la mayoría de hombres murieron dentro del vehículo y no con las manos en la cabeza y a tiro de gracia en la carretera, como afirmó el paramilitar en el testimonio publicado en El Tiempo.
Las autoridades judiciales también encontraron vainillas de metralleta en la montaña a unos 10 metros de altura, lo que ratificaría la versión del subteniente Velandia en lo que tiene que ver con la ubicación de los soldados. Cerca del camión también había casquetes de bala, pero menos.
Uno de los habitantes de Segovia, que fue el primero en llegar al sitio minutos después de que cesara la balacera, ratificó la versión de que "toda esa gente fue acribillada dentro del camión, porque todo el camión iba carpado y en el piso sólo encontré ocho personas que se tiraron del camión heridas y dos muertos". El relata que dentro del camión "había un joven tapado con todos los muertos encima. Para poder sacarlo a él movimos todos los cadáveres". Según su versión, cuando él y otros vecinos llevaban 45 minutos auxiliando a los heridos y moviendo a los muertos llegó el Ejército. Esto explicaría por qué estaban todos los cadáveres arrumados.
La versión del habitante de Segovia también refuerza la declaración del subteniente, quien afirmó que después de la balacera, que duró según sus cuentas entre 20 y 40 minutos, recibió órdenes de su superior inmediato, el teniente José Sierra, de permanecer en la parte alta como seguridad para que él "pudiera evacuar el personal herido". Además, según fuentes del Ejército, Velandia llamó a su hermano, que es coronel de otro batallón, y le pidió consejo sobre qué hacer ante lo sucedido, y él también le recomendó que se quedara arriba como protección.
Las dudas
Si bien sobre lo anterior coinciden la mayoría de las versiones, hay varias cosas que son materia de polémica. La primera es ¿cómo sabía Velandia cuándo y por dónde pasarían los paramilitares?
El subteniente dijo en su declaración que había obtenido esta información de unos mineros y que había planeado el operativo 15 ó 20 minutos antes del fuego cruzado.
Por su parte 'Rodrigo Franco', comandante del Bloque Metro de las AUC, dijo a SEMANA que "los comandantes de la zona se habían puesto de acuerdo con el subteniente Velandia para realizar una operación contra las Farc. Estaban totalmente confiados porque el acuerdo era un hecho". En efecto, según relató un paramilitar de la zona, ellos habían entablado hacía más de un mes una relación con Velandia para cumplir misiones que el Ejército no podía realizar por ser ilegales y ese día los citó a una reunión. Les dijo que tenía información de que un bloque de la guerrilla se alistaba en el Alto de Bagre para atacar la base militar o el campamento paramilitar a unos minutos de la cabecera de Segovia. "Cuadramos, entonces, la operación en conjunto. Acordamos que él nos quitaba el retén del Alto de los Patios. Nosotros bajábamos en camión hasta la vereda Aporriao y caminábamos hasta Juan Brand, donde nos encontraríamos con él para atacar a la guerrilla, dijo el paramilitar a SEMANA. Quedamos que en el retén yo le hacía cambio de luces y pitaba dos veces para que la tropa no pensara que había algo raro".
Este joven, de 24 años, con los ojos rojos afectados por terigios, dice que él pasó en la moto, hizo el 'santo y seña'. Y que detrás suyo pasó el camión con sus 36 compañeros. A los pocos minutos oyó los disparos y se devolvió pensando que se habían topado con la guerrilla. "Fue cuando me encontré con los soldados, quienes me dijeron, ¿A dónde va? No ve que mi teniente se les torció por buscar un ascenso o la ida al Sinaí", dice 'Oscar', quien afirma que esos mismos soldados le contaron que la orden del subteniente era disparar si querían obtener su libreta militar. Vecinos del lugar le confirmaron a SEMANA que minutos antes de escuchar los disparos habían visto pasar esa moto.
Frente a estas versiones encontradas sobre cómo Velandia obtuvo la información sobre el camión la que deja mayores dudas es la del propio subteniente. Las autodefensas andan como Pedro por su casa en Segovia y tienen arraigo entre la población. Prueba de ello fue el apoteósico entierro que tuvieron los muertos. Casi todo el pueblo se reunió para sus honras fúnebres, les hicieron calle de honor a sus féretros recubiertos con la bandera tricolor y las autoridades pronunciaron sentidos discursos.
Es poco probable, entonces, que los pobladores los hayan denunciado al Ejército, máxime cuando es evidente la relación amigable que suelen tener en público con las autodefensas que se pasean de civil por las calles. Pero esta no es la única ni la mayor duda. ¿Cómo pudo un subteniente de 23 años planear el operativo más grande de la historia contra los paramilitares en tan sólo 15 minutos, según su propio testimonio, y sin contar con el aval de sus superiores ni el respaldo del resto de la tropa? Si su intención era capturarlos y no acribillarlos, ¿cómo se explica que la relación entre los paramilitares y soldados fuera escasamente de uno a uno cuando los manuales de operaciones tácticas exigen una proporción mínima de 4 a 1 para este tipo de acciones militares? La disposición de la tropa era efectivamente de emboscada y no de un operativo de captura. Además había formas y lugares más fáciles para capturarlos, como atacar el campamento que todo el mundo en la zona sabe dónde está ubicado.
Ahora, tampoco es claro qué motivaciones tendría el subteniente para realizar una operación de semejantes proporciones, más si su misión principal como miembro del Batallón Energético es cuidar la infraestructura que nunca había sido atacada por las AUC. Las versiones que circulan en el pueblo y entre las autodefensas es que quería ganar puntos con sus superiores con miras a un ascenso. "La presión dentro del Ejército para que sus hombres consigan positivos contra las autodefensas es bastante grande, incluso los ha llevado a tomar acciones desesperadas como esta", afirma 'Rodrigo', jefe del Bloque Metro.
Pero esto tampoco es tan evidente. Si se trataba de dar 'positivos', ya supuestamente lo estaba logrando contra la guerrilla con el apoyo de los paras. Y en todo caso, capturar un grupo tan numeroso hubiera sido considerado un 'positivo' mayor que haberlos dado de baja.
De ahí que no sea fácil establecer cuál fue la motivación de Velandia, y menos aún sus verdaderas intenciones. Al respecto se han tejido dos hipótesis. La primera, que fue producto más de la inexperiencia del subteniente que de su sevicia. Un disparo de un soldado nervioso pudo haber provocado una reacción instintiva y desproporcionada de la tropa, teniendo en cuenta que los paramilitares estaban prácticamente encerrados dentro del camión. La segunda, que Velandia no actuó como rueda suelta sino que obedeció órdenes superiores. Sin embargo no hay evidencia que sustente esta hipótesis, ni tampoco que el hecho de que Estados Unidos fuera a certificar al Ejército en derechos humanos en días posteriores al sangriento episodio fuera más que una coincidencia. Estos interrogantes tendrán que ser resueltos por el gobierno en la investigación que ya inició. Si se llegara a comprobar la versión de las AUC de que había una relación de socios con el Ejército y que hubo una traición sería un escándalo de grandes proporciones.
En todo caso queda la reflexión de que si los muertos hubieran sido guerrilleros seguramente la acción hubiera sido considerada heroica. Sin embargo, como algunos sectores de la opinión pública creen que los paramilitares son un mal necesario, la cantidad de muertos impactó. Pero desde el punto de vista de un soldado que recibe la orden de combatir por igual a paramilitares y guerrilla, ¿qué diferencia hay entre bombardear a los guerrilleros desde el aire que ametrallar a unos paramilitares en un camión en tierra? El malestar que ha generado ese operativo, a pesar de los pronunciamientos oficiales, pone en evidencia que en el país subsiste una doble moral frente a los dos grupos ilegales del conflicto armado. No se miden con el mismo rasero.