'Paras' y narcos
POR ÁLVARO SIERRA
asierra@cambio.net.co
AHORA RESULTA que Carlos Castaño habría muerto por ser el principal enemigo de narcotraficantes puros como el Tuso Sierra dentro de las Auc. ¡Qué tal! No han pasado 10 años y ya nadie parece acordarse de que fue precisamente él quien inventó (o ejecutó para otros) la fórmula de aliar narcotráfico y contrainsurgencia bajo el mote de autodefensa.
Carlos y su hermano Fidel sirvieron y luego combatieron a Pablo Escobar. ¿Quién amparó a Don Berna contra La Terraza, le entregó Valencia (Córdoba), lo graduó de inspector de las Auc y ordenó ejecutar al jefe de esa banda de Medellín? ¿Quién fue cómplice, por acción u omisión, de la muerte de 'paras' rebelados contra los narcos como Camilo Morantes del sur del Cesar y Rodrigo doble cero de Medellín? ¿Quién ordenó a Mancuso y Jorge 40, en 1998, que entregaran, con todo y fusiles, su cabeza de playa en el sur de Bolívar a unos señores con mucho dinero que iban a llenarlo de coca, como en efecto hicieron? ¿Y a Cuco Vanoy, en Caucasia, a Miguel Arroyave, en los Llanos, a Guillermo (hoy muerto) en Putumayo, y a los Mellizos, en el sur de Arauca, quién les dio la franquicia? ¿Quién tenía autoridad para reunir a los narcos, buscando negociar con Estados Unidos?
Respuesta: Carlos Castaño. Y aún está por aclarar si la Casa Castaño, además de espina dorsal del paramilitarismo, no ha sido uno de los más importantes baby cartels de la era post Pablo.
Como muestra de la corta memoria nacional, todo esto sería apenas una anécdota. Pero tiene profundas implicaciones. Porque el finado Castaño, aliado y víctima del narcotráfico, encarna la complejidad de un problema que hace en buena medida irrelevante el debate de si narcos puros se han colado en la negociación. Y en esto se equivocan tanto el Gobierno como sus críticos.
Lugar de honor entre las hipocresías nacionales lo ocupa considerar la cocaína peor crimen que la motosierra.
Este ha reconocido -tarde y bajo presión- que unos y otro están tan inextricablemente ligados que hablar de paramilitares sin hablar de narcotráfico es una insensatez. Comentaristas, ONG de derechos humanos y organizaciones de víctimas critican -con razón- que desmovilización no significa desparamilitarización. Y se escandalizan por la presencia de presuntos narcos puros en la negociación. Pero no ligan una y otra cosa.
Pues ni defensores ni críticos del proceso apuntan a la que debería ser la obvia conclusión: negociando con paramilitares, ¿cómo no negociar el narcotráfico? ¿Cuántas pistas, cristalizaderos, hectáreas de coca y sobre todo rutas, redes y contactos han entregado, como producto de su desmovilización, los jefes paramilitares? ¿Se les puso alguna vez como condición primera desmovilizar el negocio? Será imposible desparamilitarizar el sur de Córdoba y de Bolívar, el Catatumbo, Nariño, el nordeste antioqueño mientras la sustanciosa parte del negocio del narcotráfico que depende de los 'paras' siga viva y fuera de la negociación.
Salvo el improbable caso de que esto se haya resuelto en secreto, el debate en torno a los paramilitares está montado sobre una hipocresía colosal. No hay problema en conceder una pena generosa de cárcel a cambio de escasa verdad y simbólica reparación a gente que ha pasado por su motosierra, desplazado, desaparecido, secuestrado y torturado a cientos de miles de colombianos. Pero cuidado si se llega a hacer un trato con ellos en materia de narcotráfico o extradición.
Por más que el Gobierno colombiano dependa del de Estados Unidos, en lugar de malabares como congelar la extradición o meter en los decretos reglamentarios de la Ley de Justicia y Paz el narcotráfico (con no pocos narcos incluidos) casi como delito conexo, hace tiempo debió plantarse: es del supremo interés nacional incluir en el proceso con los paramilitares el desmonte del negocio que les dio la plata y los métodos siniestros para volverse un ejército arrollador entre 1997 y 2002.
Esto habría hecho irrelevante la discusión, más propia de caballos que de política, sobre quién es más puro, el Tuso Sierra o Carlos Castaño. Pedidos ambos en extradición, dicho sea de paso, por el mismo embarque.