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EL RESURGIR DEL MOVIMIENTO CIVICO DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO

El resurgir del Movimiento Cívico del Oriente Antioqueño

Dos décadas después de que exterminaran este Movimiento que lideró la defensa del territorio por los megaproyectos, algunos sobrevivientes volvieron a alzar su voz, a hacer memoria y a dignificar el nombre de sus 224 líderes asesinados entre 1983 y mediados de los 90. Su archivo fue incluido en el Registro Especial de Archivos de Derechos Humanos (READH).

 


Juan Camilo Gallego Castro 

Parecía un asunto de tragos, de añoranzas, de reencuentro con amigos. Parecía, eso creía Carlos Alberto Ruiz Ospina en diciembre de 2013. “Hombre, le decían, ¿vas a dejar morir todo? ¿Que se acabe todo por lo que luchamos?”. “Hagan una petición por escrito y ya miramos”, les respondió. La carta llegó y desde entonces retomó de nuevo lo que luchó por décadas. No más en enero de este año la Unidad de Víctimas admitió como víctima del conflicto armado y como sujeto de reparación colectiva al Movimiento Cívico del Oriente Antioqueño, al cual ingresó en 1980.

Carlos Ruiz dice, mientras se toma un tinto en el parque de Marinilla, Antioquia, que es uno de los pocos sobrevivientes de aquel Movimiento al que le asesinaron 224 de sus líderes. ¿Cómo se explica?

A principios de los años 60, dice Ruiz, el Oriente antioqueño (conformado por 23 municipios) era una región conservadora, católica, campesina y de pequeñas propiedades. “Medellín se alimentaba de sus productos y de pronto llega una avalancha de cuatro o cinco mil hombres que se meten en una montaña a trabajar en todo el complejo hidroeléctrico, en el embalse de El Peñol-Guatapé, cuya construcción inició en 1964. Cada fin de semana esos tipos salen a la calle, ¿a qué? Se destruyen las familias, pululan el alcohol, las drogas y la drogadicción. Luego el antiguo Peñol queda bajo las aguas del embalse y ese pueblo pierde su vocación”.

A raíz de esto, según Ruiz, pasan tres cosas: cambia la tenencia de la tierra, cambia el uso de la tierra y cambia la actividad del hombre.

El Oriente antioqueño fue definida como la región industrial y comercial de Antioquia. Entonces no solo la convierten en la zona que genera la tercera parte de la energía del país, sino que también abren la autopista Medellín-Bogotá, que parte en dos la región; luego construyen un puerto seco: el aeropuerto José María Córdova.

A esos cambios de pocas décadas se opusieron los líderes del Movimiento Cívico del Oriente Antioqueño. Lo hicieron por el alto costo de la energía que pagaban las comunidades, si se entendía que era en sus territorios en donde se generaba; pero también los desplazamientos e incumplimientos y atropellos y las compras forzadas de los cuales fueron víctimas los habitantes del Oriente mientras se impusieron estos megaproyectos; a los cambios de los cuales nunca fueron consultados.

En defensa del territorio se organizó el Movimiento Cívico. Primero hubo paros locales y subregionales y luego dos grandes paros cívicos en 1982 y 1984. Una región paralizada. El líder del Movimiento fue Ramón Emilio Arcila, “el más importante que tuvo el Oriente antioqueño en el siglo XX. En ese tiempo él era el estratega y yo el organizador”, recuerda Ruiz.

En 1983 asesinaron a Julián Conrado David en San Carlos, y así siguieron los demás integrantes del Movimiento, incluso a Ramón Emilio Arcila el 30 de diciembre de 1990. Carlos Ruiz se salvó de la muerte en dos atentados. El primero en 1984 en San Luis, Antioquia, en un foro donde era ponente. Varios políticos conservadores amigos suyos le dijeron que “olía a formol”, que tenía que salir de allí porque lo iban a matar. En la segunda ocasión, cuatro años después, un amorío fue su salvación. No pasó la noche en su casa y los asesinos lo creyeron allá. Al irrumpir de madrugada no lo hallaron, él andaba en otra cama. Jesús María Valle, amigo personal de Ruiz y de Ramón Emilio Arcila le aconsejó que se fuera de Antioquia. Por muchos años estuvo por fuera del Oriente, cada tanto regresaba. “Hay un valor ético que es superior al miedo. Al estar en el Eje cafetero siempre venía a Medellín”, dice.

 

 

 

Entre 1983 y mediados de los noventa arreció la persecución a los líderes del Movimiento Cívico. Por eso, en 2013 le dijeron a Ruiz, en medio de los tragos de una noche Marinilla, que no podía dejar morir el Movimiento, la lucha, la defensa de la región. Tantos años después le interesa indagar en las causas de lo que le sucedió a su región, para que no se repita. Junto a otros líderes del Oriente crearon la Corporación Movimiento Cívico del Oriente Antioqueño Ramón Emilio Arcila (Comcrear), con la idea de recuperar la memoria histórica del Movimiento, reivindicar y dignificar los dirigentes cívicos asesinados y trabajar para que lo sucedido y no permanezca impune. A este trabajo se sumaron personas de El Peñol, El Carmen de Viboral, Granada, Rionegro, El santuario, Guatapé, San Rafael, San Carlos, Guarne y La Unión.

El archivo del Movimiento está dividido entre sus líderes, pues aún no cuentan con una sede. Están las actas de constitución de las juntas cívicas de la región, memorias, monografías, recortes de prensa, registros audiovisuales, entrevistas a sobrevivientes, entre otros. Este es uno de los 313 archivos de derechos humanos que el Centro Nacional de Memoria Histórica ha identificado en Antioquia desde 2015, y uno de los 2043 del país.

De 1958 a septiembre de 2018 en el Oriente antioqueño hubo 9.181 asesinatos selectivos y 214 masacres. El Movimiento Cívico no solo fue víctima del conflicto social de la región, sino que este luego derivó en un conflicto armado. En los 80 y 90, “nos volvimos un problema para los poderes locales y regionales. Teníamos legitimidad y respaldo”, puntualiza Carlos Ruiz.

 

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