Con trabajo ideológico y formación militar, decenas de jóvenes de las bandas y los combos de la ciudad fueron reclutados para enfrentar a las milicias guerrilleras de la ciudad.
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Cientos de jóvenes de las comunas de Medellín fueron reclutados por las Accu. |
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El Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) recurrió al trabajo ideológico y a la formación militar en una escuela ubicada en Angelópolis, suroeste de Antioquia, y de esta manera manejar a las bandas de Medellín para reforzar la guerra que empezaba a librar contra las milicias urbanas de la guerrilla en diversos barrios de la ciudad a finales de la década del noventa.
“Las autodefensas mandaban una cabeza visible, una ‘firma’ como decimos nosotros, y se reunía con la cabeza más visible de la banda o el combo, para exponerle lo que tenían pensado hacer”, le explicó Edinson Arias Cortés, alias ‘La cachona’, a un fiscal de la Unidad Nacional de Justicia y Paz, en desarrollo de una versión libre realizada en días pasados en Medellín.
Este exparamilitar, que actúo en buena parte de los barrios que conforman la comuna 13 de la ciudad, dedicó parte de la audiencia a detallar la manera cómo las estructuras armadas en la Medellín se articularon a las Accu, qué tipo de preparación recibieron y cómo se convirtieron, en pocos meses, en organizaciones contrainsurgentes.
Inicialmente, el postulado se refirió a los primeros años de la década del noventa en su barrio natal, La Pradera: “Nos vestíamos bien, vivíamos sin problemas, éramos todos vecinos y amigos. Nuestras familias nos mantenían bien, sin problemas.”
Según Arias Cortés, para esa época, los milicianos no veían con buenos ojos a los jóvenes que se vestían bien porque creían que eran unos bandidos. Por ese tipo de estigmatizaciones fueron asesinados numerosos adolescentes de la comuna 13 y de otros sectores populares de la ciudad. “Debido a eso, nos tocó levantarnos en medio de mucha violencia, viendo caer a los amigos”, afirmó.
En esos años, las milicias de las Farc y el Eln dominaban amplias zonas barriales urbanas y semiurbanas de Medellín.
En estas atacaban a las llamadas bandas o combos, a las que consideraban sus enemigas; mantenían un estricto control sobre las comunidades para evitar que fueran denunciados ante la Fuerza Pública; aplicaban fuertes extorsiones, pues como lo aseguró el exparamilitar, el barrio La Pradera “era un sector productivo para ellos, porque había dos terminales de buses y bastante comercio”; y buscaban adeptos, sobre todo entre los más jóvenes.
“Los señores de las milicias nos reunían para explicarnos que eran un ejército del pueblo”, narró Arias Cortés. “Pero nosotros no compartíamos esa ideología y no nos integrábamos a ellos. Como nos resistimos, comenzaron a matar a los jóvenes del barrio. Y la verdad que mataron muchos muchachos buenos, deportistas, pelaos sanos. En una noche asesinaron cuatro amigos en la cancha del barrio”.
Esos ataques provocaron la reacción de los muchachos del barrio, a quienes “se les dañó el corazón” y comenzaron a buscar alternativas para enfrentar a las milicias.
“No nos íbamos a dejar sacar del barrio donde nacimos y estábamos creciendo con nuestras familias”, dijo este exparamilitar, quien abandonó sus estudios en octavo grado para comenzar a confrontar a las guerrillas urbanas. “No éramos delincuentes, lo único que hacíamos era consumir droga, pero no robábamos, la familia nos mantenía bien”.
La presión que ejercía sobre ellos los milicianos de las Farc y el Eln llevó a que un grupo de por lo menos 18 muchachos se organizaran, consiguieran armas y comenzaran a enfrentarse a los insurgentes urbanos. De esa forma nación la banda La Pradera.
Por similares razones, en la comuna 13 ya se habían formado otras bandas, entre ellas las del Socorro, Antonio Nariño y La Divisa, que mantenían constantes enfrentamientos con los milicianos, quienes se habían asentado en barrios como el 20 de Julio, Las Independencias, El Salado, La Escombrera, El Depósito, El Tierrero, La Loma, Vallejuelos y el corregimiento San Cristóbal.
Llegaron los ‘paras’ “En 1998 se empezó a escuchar el rumor de que venían los ‘paras’ a Medellín. Es que la gente estaba cansada de los ataques de los milicianos de la guerrilla contra los muchachos sanos. Las comunidades estaban pidiendo a gritos a las autodefensas”, afirmó el exparamilitar.
Esta versión coincide con lo explicado al respecto por Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’, confeso narcotraficante, ex inspector de las Auc y jefe de los bloques Cacique Nutibara, Héroes de Granada y Héroes de Tolová, sobre la llegada de los paramilitares a Medellín.
Según 'Berna', estos grupos armadas arribaron a Medellín por solicitud de industriales y comerciantes a Carlos Castaño Gil en 1998.
“En una reunión que tuvimos con el comandante Castaño, muchos ciudadanos de Medellín de todas las clases, comerciantes, industriales, le pidieron que llevara las autodefensas a Medellín ya que la guerrilla prácticamente se estaba apoderando de la ciudad y era necesario contrarrestar el terrorismo, el secuestro y otras actividades de organizaciones como las FARC, el ELN y otras milicias. Entonces, el comandante Castaño dio la orden para que se enviaran personas acá a Medellín”, dijo ‘Don Berna’.
Fue así como a finales de 1998 hizo aparición en la ciudad el Bloque Metro de las Accu, liderado por Carlos Mauricio García Fernández, alias ‘Doblecero’, quien aprovechó la resistencia de las bandas y combos de la ciudad contra la guerrilla para lograr su apoyo y utilizarlo contra las Farc y el Eln.
La banda La Pradera, de la cual hacía parte Arias Cortés, fue contactada por las Accu para que se integraran a su proyecto contrainsurgente urbano. Inicialmente sus integrantes más representativos fueron abordados por emisarios de alias ‘Doblecero’.
“A las cabezas más visibles de las bandas nos llevaron a unas caballerizas de Sabaneta. De La Pradera fuimos cinco personas. Allá nos recibieron varios tipos, desconocidos para nosotros, quienes nos empezaron a explicar las directrices de las autodefensas, la ideología, cómo era que se iba a operar y nos prometieron armamento”, aseveró el postulado, quien aseveró que en esa reunión solo estaban los de La Pradera, pero ya tenía conocimiento que por ese lugar estaban pasando los líderes de otras bandas.
“La reunión empezó a las seis de la tarde y se prolongó hasta las nueve de la noche”, narró Arias Cortés. “Nosotros solo escuchamos. Nos prometieron un pago de 400 mil pesos mensuales y entrenamiento. Al final dijimos que estábamos de acuerdo con las autodefensas y nos fuimos”.
Cuatro días después fueron nuevamente contactados, pero esta vez para ser enviados a una escuela de formación ubicada en una finca del municipio de Angelópolis, donde recibirían instrucción militar. “Allá estuvimos más o menos tres meses”, precisó Arias Cortés, quien dijo que eso ocurrió a comienzos de 1999.
Un antiguo exmiembro de la llamada ‘Oficina de Envigado’, quien tuvo conocimiento de esa escuela, le indicó a VerdadAbierta.com que ella estaba en una hacienda conocida como El Socorro, al parecer ubicada en la vereda La Clarita, entre los municipios de Amagá y Angelópolis.
“Cuando nosotros llegamos a esa finca en Angelópolis, no recuerdo qué vereda era, nos recibió gente uniformada de las autodefensas”, indicó el exparamilitar Arias Cortés. “Era una finca de recreo muy extensa, con pista de entrenamiento militar y polígonos”. Allí se encontraron con un grupo de 20 personas, integrantes de combos y bandas de Medellín que estaba en entrenamiento.
Lo primero que recibieron fue sudaderas, camisetas negras y la pañoleta de la organización, de color negro con amarillo, con la sigla de las Accu. Una vez instalados, comenzaron su formación. La rutina de entrenamiento iniciaba a las cuatro de la mañana, cuando eran despertados por los instructores.
“Hasta las seis de la mañana nos sacaban la leche con toda clase de ejercicios militares”, contó el postulado, "luego venía el desayuno y continuaban con más trabajos, que incluyó arreglo de cercas y tumbar maleza".
Progresivamente recibieron formación sobre diferentes tipos de armas, de corto y largo alcance. Iniciaron con un trozo de madera que simulaba un fusil y semanas más tarde practicaron con armas y munición real. “Nos dieron revólveres, pistolas y fusiles. Aprendimos a manejarlas, a desarmarlas y armarlas”.
Adicional a todo, les dieron charlas de disciplina de mando, de orden, de cumplir con los reglamentos en los barrios, que incluía cómo patrullar y hacer guardia. Les advirtieron que si se violaban las órdenes de sus mandos podía pagar hasta la familia.
Finalmente los instruyeron en cómo iban a ser los cobros en las zonas donde iban a operar, que básicamente era en los mismos barrios de origen. “Fueron charlas de finanzas. Nos dijeron que íbamos a cobrar por terminales, por negocios, que se le iba a cobrar al comerciante, pero no a todos. Se determinó no cobrarle a las tiendas de barrio, a las pequeñas, sino a aquellas que tuvieran cierto tamaño, minimercados, licoreras, supermercados grandes. La idea era quitarla todo eso a las guerrillas”
Operando en los barrios Una vez superaron esa fase de formación, los nuevos paramilitares fueron llevados a sus barrios, pero esta vez con fusiles, revólveres y pistolas, todo debidamente inventariado.
“El propósito era luchar contra las milicias de las Farc y el Eln, quitarles todo el poder que tenían”, precisó Arias Cortés, quien admitió que sólo fue patrullero, sin mando alguno.
“Mis funciones eran velar porque las milicias no recuperan los barrios que nosotros teníamos bajo control”, afirmó. “Yo operaba en los barrios La Pradera, Juan XXIII, El Metropolitano, La Divisa y Santa Rosa de Lima. Se patrullaba diariamente, de civil, y a veces el brazalete de las Accu, con diez, doce, quince hombres. Cuando patrullábamos en las partes bajas de los barrios portábamos armas cortas y, en las partes altas, fusiles”.
Para ese entonces, mediados de 1999, la Policía y el Ejército entraban a los barrios, pero antes de llegar los paramilitares ya sabían que iban a llegar. “Al comandante de nosotros le informaban y nos avisaban por radio”.
Si bien bandas como La Pradera se iniciaron en el Bloque Metro de las Accu, lo cierto es que la guerra que comenzó a librar esta estructura paramilitar con el Bloque Cacique Nutibara de las Auc las llevó a cambiar de bando.
Arias Cortés lo explicó así: “Nosotros sabíamos que hacíamos parte de una estructura del Bloque Metro, así duramos como cinco o seis meses. Ya después nos reunieron otra vez y nos dijeron que éramos Cacique Nutibara. Eso fue a finales de 1999”.
En los años siguientes, la confrontación con las milicias de las Farc y el Eln se agudizó en la comuna 13 y los paramilitares de las Auc comenzaron a atacar a todos aquellos que presumían que estaba ligado a las guerrillas, no solo como parte de la organización sino como simpatizante, colaborador o familiar de alguno de sus integrantes.
“Muchas de esas personas fueron asesinadas y enterradas en fosas comunes”, reconoció Arias Cortés, quien precisó dos sitios de entierro: La Escombrera, en la parte alta del barrio El Salado, y el Alto de la Virgen, en la parte alta del barrio La Divisa.
Organizaciones no gubernamentales han presionado para que las autoridades intervengan esos sitios con el fin de explorarlos y tratar de ubicar por lo menos 150 restos de personas que se presume fueron enterradas allí, pero no han tenido resultado alguno.
Finalmente Arias Cortés explicó que por razones de seguridad se vio obligado a abandonar el bloque de las Auc que delinquía en La Pradera y alejarse de la zona por lo menos ocho meses, tiempo en el cual se dedicó a la venta de cascos para motociclistas. “Salí de allá huyéndole a mi jefe, que decía que yo sabía mucho”, dijo.
A finales del año 2002 fue contactado por otros miembros de las Auc y con ellos se fue a la Costa Atlántica, donde se integró al Bloque Norte, liderado por Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’. En esa grupo permaneció hasta el 15 de marzo de 2006, fecha en la cual se desmovilizó en Chimila, Cesar.
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